miércoles, enero 07, 2015

7 de enero

Unos hombres entran y disparan contra otros hombres. Las razones pueden ser varias, pero al final no importan las razones ni las justificaciones. «Unos hombres entran y disparan contra otros hombres». El anterior enunciado es aterrador y real. De hecho ocurre en todas las películas de acción que «Unos hombres entren y disparen contra otros hombres», y la escena es celebrada. De hecho estoy seguro que eso ocurre en Plata quemada, cuando los ladrones están cambiando la matrícula del auto y llegan los dos policías uruguayos -un policía es negro-, les disparan, matan a uno, al que no es negro. Arrancan, y todo porque una vecina habló a la comisaría para delatarlos; aunque en realidad no los delató, solo se le hacía sospechosa la situación, pero sí esperaba que ello significara algo. Aun así la situación peca de horror: «Unos hombres entran y disparan contra otros hombres». No importa el color, la religión o la filiación política. Un día un extraño, o incluso un conocido, podría entrar a nuestra casa y dispararnos. ¿Con qué dispararon? Con armas que fueron fabricadas para mantener la paz, según las empresas y los gobiernos que exportan armas, como Francia, por ejemplo. Que, huelga decir, también exporta odio al otro, al diferente. Que, huelga más decirlo, participa en guerras. Ahora hasta creo que es normal que «Unos hombres entren y disparen contra otros hombres». Tan perfectamente normal como que el suelo de México esté sembrado de desaparecidos. Hubiera sido más justo que los lápices de los asesinados dispararan balas en lugar de dibujos, hubieran tenido al menos una oportunidad.    

No hay comentarios: